Cuestión de tiempo

siento la brisa cálida rozándome la piel y empiezo a recordar viejos tiempos.
Ya puedo imaginar el roce de mis zapatillas sobre aquellas costosas cuestas y el parpadeo de mis ojos viendo la luz abrasadora.
El canto agudo y chirriante de los grillos al pasar por esas aceras tan difíciles de encontrar.
El sonido del agua fresca y lúcida que cae sin cesa, las tardes agitantes que no sabemos donde pasar.
Las broncas por no pararme ni a cenar.
Y los quilos de menos por el ajetreo de mi vida alborotada que tras un mes, que el cielo no llora por dejar la fiesta en paz.
El humo molesto y el sonido de las botellas de cristal .
Las luces coloridas, los caminos que aun quedan por asfaltar.
Montar el escenario y volverlo a desmontar y quitar esas barras que días atrás eran ocupadas por gente que no paraba de bailar.
Y volvemos a lo mismo.
Ahora siento la brisa menos cálida y el sol se entristece.
Empieza a soplar ese viento que nos da aviso de que despertemos del sueño.
Las hojas se marchitan y algunas las ves revolotear.
El jardín del Edén se vacía.
Vacías el armario y lo metes en la maleta y dejas un conjunto para el día siguiente.
Te das una vuelta y ves que todo es lo que parece, puertas cerradas y a las que horas antes eran habitadas .
Sigue soplando el viento y te entristeces aun más, te das una vuelta al jardín del Edén y miras lo que en un año dejas atrás.
Sales por la noche, bien cenado, para romper la costumbre y te despides esperando volver a oír y ver a esas personas.
Metes la maleta al coche.
A la vuelta te quedas encerrado en 4 paredes y esperas una llamada que te diga lo que quieres.
Tu cuarto huele raro y lo nueve predomina el ambiente, son los libros que posiblemente rayes el año que viene.
Y vuelta a esperar otro año para volver al Jardín del Edén.